13.6 Sistemas de Actividad y Comunicación en la
Adolescencia
El sistema de actividad y de comunicación del
adolescente es muy complejo ya que tiene muchos adaptadores que les permite
habla entre ellos, en los casos de TCA, la comunicación es el
reflejo.
En cuanto a la actividad formal o institucionalizada
tenemos que el adolescente continúa asistiendo con
carácter obligatorio a las instituciones de la Enseñanza Media,
cuestión que resulta semejante a lo que sucede al niño escolar,
como característica en esta esfera.
Sin embargo, en la Adolescencia la actividad de estudio cambia
tanto por su contenido como por su forma e impone al adolescente la necesidad
de utilizar nuevos métodos de asimilación de los conocimientos,
proceso que se torna más complejo en la edad juvenil.
En esta etapa, las variaciones que se producen en el contenido
y los métodos de obtención del conocimiento, influirán
notablemente en el desarrollo de la personalidad y, de forma especial, en el
desarrollo del pensamiento, de los intereses cognoscitivos y profesionales.
Pasando a analizar la actividad informal o no
institucionalizada, vemos que los adolescentes desarrollan diversas
actividades en su tiempo libre de manera mucho más intencional que en la
edad escolar, en cuanto a sus posibilidades de elección; es decir, hay
mayor selectividad en la elección, en función de sus intereses
generales. Alguna de estas actividades puede ser altamente motivante para el
adolescente y relegar las actividades vinculadas a la escuela a un segundo
plano. También pueden encontrase o no vinculadas con la profesión
a la que piensan dedicarse en el futuro.
Al analizar el sistema de comunicación
en la adolescencia podemos afirmar, primeramente, que esta etapa es
considerada como un período crítico del desarrollo y una de las
principales razones en que se sustenta esta valoración es la presencia
de contradicciones entre adolescentes y adultos, que resultan
prácticamente inevitables.
En sus relaciones con los adultos los
adolescentes desarrollan una mayor criticidad en la valoración de estas
figuras, en comparación con la etapa precedente, tanto en torno a los
maestros como a sus padres, quienes dejan de ser autoridades sagradas. No
obstante, por el carácter dicotómico del pensamiento, así
como por la insuficiente consolidación de algunas formaciones
motivacionales, esta valoración es poco reflexiva y también
tiende a ser rígida.
En el caso de los maestros, la
aceptación del adolescente va a depender en mayor medida de su estilo de
comunicación, que de la preparación técnica, entendida
como excelencia académica en la materia o materias que imparte. Los
adolescentes privilegian a aquellos profesores que establecen con ellos un
diálogo abierto y se preocupan por sus inquietudes e intereses,
relacionados con la vida en general, y no únicamente con la esfera de
los estudios.
En cuanto a las relaciones de comunicación entre los
adolescentes y sus padres vemos que las mismas dependen de
diferentes factores. Entre estos se encuentran el nivel socio-económico,
escolar y cultural de la familia y el estilo de comunicación que se ha
venido desarrollando entre padres e hijos en las etapas anteriores. Si existe
costumbre de dialogar en la familia, si se colegian las decisiones, si se
respeta la diversidad de las individualidades y el derecho a la independencia
de los hijos, el tránsito por esta etapa será menos convulso en
las relaciones adulto-adolescentes.
El conflicto adulto- tiene como principal
causa la divergencia de opiniones de adultos y adolescentes, en cuanto a los
derechos y deberes de estos últimos(adolescente,
Petrovsky, 1980).
Es muy típico ver cómo los padres exigen al
adolescente que cumpla deberes como son el ser un buen estudiante, cooperar en
la realización de las tareas del hogar, ser responsable, disciplinado,
respetuoso con los adultos, etc. Sin embargo, cuando el adolescente haciendo
uso de sus derechos, y una vez cumplidos sus deberes, pide a sus padres que le
permitan salir con sus amigos, ir a la playa, a una fiesta, al campismo etc.,
no son pocos los padres que sin dar razones le niegan esta posibilidad.
El conflicto adulto-adolescente se encuentra condicionado por
factores objetivos y subjetivos, ya que el adolescente ocupa una
posición social intermedia, continúa dependiendo
económicamente de los padres, aún asiste a una institución
escolar con vistas a lograr la preparación necesaria para su futuro
desempeño profesional y muestra en ocasiones conductas infantiles o
rasgos de inmadurez.
Este conflicto es más agudo al inicio de la
adolescencia y tiende a disminuir a finales de ella. El carácter
más o menos agudo del mismo, depende de la capacidad o incapacidad de
los adultos, y en particular de los padres, para dejar a un lado la moral de
obediencia -propia de las relaciones con sus hijos en etapas anteriores- y
establecer un diálogo abierto y una actitud de entendimiento mutuo.
Es por ello, que para lograr atenuar este fenómeno o
solucionarlo, una de las principales vías consiste en producir cambios
en el estilo de comunicación con el adolescente, de forma tal que el
adulto combine una dirección firme y consecuente con la flexibilidad
necesaria y la racionalidad de las exigencias. Los adultos deben explicar a los
adolescentes el motivo de sus exigencias, provocar reflexiones mutuas y aplicar
la fuerza de su poder sólo cuando resulte imprescindible.
Una vez analizado en qué consiste el conflicto
adulto-adolescente, las causas que lo condicionan y lo agudizan, así
como las vías que favorecen su solución, pasamos a caracterizar
la llamada crisis de la adolescencia.
El análisis e interpretación de la crisis de la
adolescencia en la Psicología se encuentra estrechamente relacionado con
la concepción que se sustente sobre los determinantes del desarrollo
psicológico y su periodización, cuestiones tratadas en la primera
parte de este libro.
Para los autores que poseen una concepción
biogenética o biológica este fenómeno depende de la
maduración del organismo y se asocia, de manera necesaria, a las
transformaciones puberales. De acuerdo con este punto de vista la crisis
transcurre de manera similar e inevitable en todos los casos, al estar
determinada por factores biológicos, siendo calificada esta
concepción como la del universalismo biogenético.
Las concepciones sociogenéticas o
sociologistas abogan por conceder el papel determinante, en la
aparición de la crisis de la adolescencia, a las influencias externas
y,muy especialmente, a la «posición intermedia» que ocupa el
adolescente, al ser considerado, desde lo social, como alguien que dejó
de ser un niño pero tampoco es aún un adulto.
Como expresábamos al analizar las
características del desarrollo en la edad escolar, el sistema de
comunicación no se agota en las relaciones con los adultos, sino que
incluye, de forma especialmente relevante en esta edad, las relaciones
con los coetáneos o iguales.
En la adolescencia los sujetos pasan más tiempo con sus
compañeros que en el seno familiar, por lo que sus valores y normas de
conducta están determinados, en buena medida, por el carácter de
estas relaciones, tanto en el grupo formal como en el espontáneo o
informal.
La necesidad de ocupar el lugar deseado o lugar al que aspira
en su grupo de coetáneos, desempeña un
importante papel en el desarrollo armonioso de la personalidad en esta etapa,
ya que el equilibrio y bienestar emocional del adolescente, dependerá de
que logre ocupar el lugar deseado entre sus iguales este lugar y de la
aceptación que alcance dentro del grupo. Recuérdese que L. I.
Bozhovich (1976) señala cómo a partir del 4to grado el ser
aceptado por el grupo se convierte en motivo fundamental de la conducta del
niño. Esta autora explica diferentes fenómenos del comportamiento
de los adolescentes como son el conformismo y el negativismo, los cuales
concibe como indicadores de la trascendencia que tiene para ellos el hecho de
ser aceptados por su grupo de iguales.
El conformismo se trata de que en determinadas circunstancias,
el adolescente se pliega a la opinión de la mayoría del grupo,
sin mostrar resistencia alguna aunque no la comparta o no esté
convencido de ella, en busca de aprobación social. Como conducta
contraria a estas actitudes conformistas aparece el negativismo, que consiste
en la oposición sistemática a los puntos de vista de los otros,
sin suficiente fundamento, algo así como la posición del
«rebelde sin causa».
Ambas conductas reflejan el insuficiente desarrollo de un
sistema interno de motivación, pues en el primer caso se aceptan las
normas de forma poco crítica, y en el segundo, se rechazan sin hacer
razonamientos al respecto.
Otra conducta interesante que también nos indica la
importancia que confiere el adolescente a la aceptación grupal es la
llamada»persecución de la nota». Muchos adolescentes se
empeñan en obtener altas calificaciones en la escuela, aun cuando
éstas no sean resultado de su preparación académica ni de
sus conocimientos, como medio de obtener prestigio entre sus compañeros
de clase. Esta necesidad conduce en ocasiones al fraude académico.
La ausencia del reconocimiento deseado por parte de sus
iguales, puede llevar al adolescente a convertirse también en el peor
alumno de su aula y por este camino a conductas antisociales que pueden
desembocar en la comisión de actos delictivos. Investigaciones
realizadas por M. A. Alemanski y G. G. Bochkarieva (citados por I. Kon, 1990)
así lo demuestran.
La amistad constituye otra importante esfera
en el sistema de comunicación durante la adolescencia. Esta
relación se basa en la confianza total, la ayuda y el respeto mutuo. En
la adolescencia se produce una tendencia a idealizar al amigo y la amistad
puede romperse con relativa facilidad. Este hecho está en consonancia
con el desarrollo intelectual, porque el pensamiento, como posteriormente
veremos, tiende a ser dicotómico y poco flexible.
En cuanto a las diferencias de género, las mujeres
sienten más tempranamente la necesidad de una amistad, como
relación íntima y profunda, de marcado matiz emocional y acerca
de la misma poseen criterios más elaborados que los varones. En el caso
de estos últimos, se considera que las relaciones de amistad presentan,
generalmente, una función más utilitaria.
En el transcurso de la adolescencia la aparición de la
relación de la pareja comienza a relegar las relaciones
de amistad a un segundo plano. Las relaciones de pareja en esta etapa, en
sentido general son inestables, ya que poseen un carácter experimental y
contribuyen al desarrollo de la autovaloración o identidad personal y,
en particular, de la identidad sexual y de género del adolescente. Esto
resulta peligroso, pues los adolescentes en muchos casos no cuentan con una
adecuada educación sexual, por lo que constituyen un grupo de riesgo,
por excelencia, para contraer enfermedades de trasmisión sexual, y
también pueden llegar a una maternidad o paternidad precoz, para la que
no están ni objetiva ni subjetivamente preparados.
En la elección de la pareja los adolescentes tienen
dificultades para hacer coincidir su ideal desde el punto de vista
físico con el ideal al que aspiran de acuerdo a sus cualidades
psicológicas y morales, por la gran importancia que confieren a la
imagen corporal.
La «situación social del desarrollo», propia
de la etapa de la adolescencia, en la cual hemos analizado hasta aquí
los cambios biológicos y su repercusión psicológica,
así como las cuestiones relativas a la caracterización de los
sistemas de actividades y comunicación permite, a partir de la
interacción entre los aspectos internos y externos que la conforman,
explicar el surgimiento de las nuevas particularidades psicológicas
propias de estos períodos.
Estas particularidades, como hemos señalado con
anterioridad, se presentan siguiendo algunas tendencias generales, aun cuando
se expresen de manera singular e irrepetible en cada sujeto concreto, matizadas
por las condiciones socio-históricas en que se transcurre su vida.
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