Comunicación y trastornos de conducta alimenticia en el adolescente de preparatoria.( Télécharger le fichier original )par Harold Jean Universidad La Concordia - Licence en Psychologie 2012 |
12.6Adolescente y FamiliaLa familia sigue considerándose como «el centro de socialización infantil y juvenil», es la base de la vida del adolescente; el adolescente es el reflejo de su familia. Los problemas familiares tienen repercusión directa o indirecta; a corto, largo y mediano plazo sobre la conducta del adolescente especialmente sobre su conducta alimenticia. Se propone que a través de ella se transmiten valores, se da sostén emocional y afectivo, promociona el desarrollo adecuado de sus miembros, los prepara y entrena para la convivencia, enseñando la tolerancia a la frustración, el reconocimiento y disfrute de procesos en general (Guelar y Crispo, 2000)4(*). De acuerdo con Craig, las alianzas entre los miembros de una familia son naturales y sanas; pero es importante que los padres hagan un frente común y establezcan una clara línea divisoria con sus hijos. También deben colaborar para criarlos y corregirlos, ya que un vínculo que excluye a alguno de los progenitores resulta nocivo, pues el que es excluido pierde influencia como agente socializador y figura de autoridad. Además se resalta que las alianzas familiares desempeñan un rol decisivo en el proceso de comunicación. Se menciona que esta fase del ciclo vital es un período crítico en la historia del adolescente y del resto de la familia. Ya que las interacciones en ella son parte de las fuerzas que facilitan y a la vez limitan el proceso, es decir, cuando se da comprensión y afecto durante este período, la transición es menos abrupta, pero cuando se responde con violencia y autoritarismo a las demandas del hijo o hija, la crisis puede agravarse. Así podemos entender la importancia que adquiere la atmósfera y actitud que prevalezca entre los miembros de la familia, para favorecer o entorpecer el desenvolvimiento y la conclusión de esta etapa. (Macías, 2000). La forma que adopte el proceso también se relaciona con el tipo de familia al que se pertenece, pues sin duda y sobre todo en la actualidad, podemos encontrar diferentes y nuevas formas de agrupación familiar. Las hay tradicionales: padre, madre, hijos; de padres separados que permanecen solos, que viven nuevamente en pareja o que han hecho una nueva elección de pareja homosexual, con hijos que conviven alternativamente con cada uno de sus padres; uniparentales en las que solo hay contacto con uno de los padres porque el otro ya falleció, porque no lo conocieron nunca o porque son hijos adoptados por una persona sola. También están las familias «ensambladas» o reconstituidas: caracterizadas por padres que se vuelven a casar, con hijos que conviven con otros de matrimonios anteriores de la nueva pareja de sus padres, y a las que a veces se incorporan medios hermanos o hijos del actual matrimonio. Otro tipo de familia en el que se puede desarrollar el adolescente, es aquella en la que viven con abuelos u otros adultos por fallecimiento de los progenitores o por traslado a otra ciudad, etc. (Guelar y Crispo,2000). Es indispensable considerar que cada familia se va a organizar de manera particular, requiriendo de reglas y constantes ajustes para funcionar y hacer posible el proceso de separación-individuación, que culminará con la autonomización del adolescente, enmarcando su evolución y regulándola para el alejamiento de la familia sin desgarramiento ni ruptura (Castro, 2001). Esto no significa que cierta composición familiar sea condición necesaria y estricta para determinar funcionalidad o disfuncionalidad, puesto que la adaptación y funcionamiento que se tenga al interior y al exterior de la familia, se complementará con el contexto psicosociocultural particular en que se viva. Así, durante el período adolescente, el joven necesita modificar sus hábitos infantiles y adoptar conductas para autoafirmarse, conocerse y reconocerse ante sí mismo y ante el ambiente que lo introduce en cierta medida al mundo de los adultos. Los padres deberán desprenderse del hijo(a) niño(a), para enfrentar al adolescente quien en algunos casos se opone y rebela, teniendo que llegar a negociaciones y acuerdos, antes innecesarios. De ahí que la flexibilidad o rigidez con que se resuelvan las dificultades, obstruirán o facilitarán el proceso. Cuando los sentimientos de angustia y temor por el crecimiento de un hijo son difíciles de superar, pueden dar lugar a situaciones conflictivas complejas. Lo mejor para los padres es aceptar las ambivalencias, perseverando en la necesidad de comunicación (Guelar y Crispo, 2000). El adolescente actual aprende cada vez más a desenvolverse solo, sin embargo esto no excluye la necesidad de la presencia, el tiempo, cuidado y atención de los padres. El apoyo que reciba de la familia será fundamental para lograr una expansión y fortalecimiento de la confianza en sí mismo y su núcleo. Es conveniente que los padres y educadores tomen encuenta las siguientes conductas y actitudes Macías5(*) (2000): 1. Favorecer la autonomía de los hijos al llegar a la juventud, sin menospreciar al estudiante o trabajador, que por razones económicas aún vive en el hogar. 2. Apoyar afectivamente al hijo o hija, pero sin retenerlo, poseerlo o hacerlo sentir que está sometido a la tutela parental (cuando ha llegado a la mayoría de edad). 3. Favorecer la transición de la adolescencia a la juventud sin solapar actitudes regresivas o de búsqueda de sobreprotección. 4. Para el ejercicio de la sexualidad, es necesario prevenir las consecuencias que esto acarrea. 5. Respetar la actitud del hijo que ha decidido no ejercer su sexualidad. 6. En la medida de lo posible, facilitar el desprendimiento del hijo de la matriz familiar y, aunque el hijo o la hija aún viva en casa, evitar controlar sus actos y emociones como cuando era niño. Los recursos que brinda la familia al adolescente, más tarde se verán reflejados en la escuela y en las agrupaciones sociales a que pertenezca. Se dice «que los padres no solo tienen la oportunidad, sino también el deber de ofrecerles a sus hijos el aprendizaje y las experiencias que les permitan adaptarse al medio» (Horrocks, 1986). En la medida en que el joven se adapte a las interacciones que se dan en su núcleo familiar, podrá tener un desenvolvimiento más o menos exitoso en las relaciones sociales, permitiéndole entender el sentido de dichas relaciones y las opciones que tiene para su afrontamiento. De lo contrario, «si la familia, la comunidad o el joven tratan o logran posponer, evadir o deformar el compromiso para que se asuma la adolescencia, conseguirán alterar no sólo la secuencia y las finalidades propuestas por la etapa de desarrollo, sino también darán oportunidad de abrir la puerta de la enfermedad psicosocial de la adolescencia» (Dulanto, 2000). En otras palabras la familia es responsable del desarrollo psicosocial de niños y adolescentes; pues según Macías el avance del individuo a través de la adolescencia estará muy afectado por las expectativas más o menos constantes, adaptativas o inadaptativas, mantenidas por las personas que revisten importancia en su entorno inmediato. * 4 Guelar, D. y Crispo, R. (2000) Adolescencia y Trastornos del Comer. Ed. Gedisa. España. * 5Macías-Valadez, T.G. (2000). Ser Adolescente. Ed. Trillas. México |
|